El recién nacido hospitalizado en la unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, es un paciente de alto riesgo neurológico. La prematuridad, las malformaciones congénitas y muy especialmente las patologías neurológicas, están en el origen de este desenlace adverso que genera un impacto abrumador para el bebé y su familia. Además, otros factores como la exposición del neonato a un entorno tecnológico como el de la UCIN, intervenciones de cuidado potencialmente inadecuadas y la ausencia de una crianza normalizada, pueden repercutir negativamente tanto en el cerebro del recién nacido y posterior neurodesarrollo, como en la salud emocional de la familia.

En distintos estudios se ha demostrado que el cuidado dirigido a promover el neurodesarrollo y la protección cerebral, disminuye la duración de la hospitalización y el tiempo para alimentación enteral completa del recién nacido, mejora su ganancia ponderal y el desarrollo global a los 9-12 meses, además de incrementar la confianza en la crianza y la satisfacción de la familia.

Como enfermeras neonatales, reconocemos el cuidado como un binomio de atención neonato-familia y un proceso de interacción continuo con ambos. Desde nuestra ética de la responsabilidad y competencia profesional, perseguimos aplicar cuidados de excelencia y crear un entorno de cuidado neuroprotector que favorezca el neurodesarrollo, la curación y bienestar del bebé y el de su familia, independientemente del proceso de enfermedad del recién nacido y el ámbito en el que se encuentre.

El cuidado del neurodesarrollo reconoce los aspectos físicos y psicológicos de los bebés prematuros y/o gravemente enfermos desde una perspectiva centrada en la familia.

Esto implica, liderar como enfermeras, una práctica de cuidado de excelencia específica para cada problema de salud, medidas para optimizar el ambiente y promover el adecuado neurodesarrollo del bebé, minimizando en lo posible las complicaciones a corto y largo plazo y evitando los problemas asociados con la experiencia de la hospitalización; creando en definitiva un ambiente global propicio para el bienestar.  Esto necesariamente precisa de una presencia continuada de la familia, acompañándolos emocionalmente, guiándoles y apoyándoles en el proceso de empoderamiento en los cuidados de su hijo/a.